Vaya día que llevo...
Que si me pego meses y meses lejos de casa, de mi familia (de todos, los de dentro y los de fuera de casa) y de mis amigos. Que si destino mi tiempo, mi esfuerzo, mi ánimo, mis fuerzas... y hasta mi salud a un proyecto que no me reporta más que disgustos. Que si se me va el dinero estando en el extranjero, con las ayudas acabadas y sin obtener resultados. Que si todas las máquinas fallan. Que si los resultados no son "incontestables". Que si mi director de tesis pasa de mi. Que si a ver qué huevos pasa con el doctorado...
Acidez de estómago, estrés, algo de ansiedad mal digerida...
Nada que no pueda curar un momento de cerrar los ojos y pensar en todo lo que tienes. En la suerte que tienes de tener a quienes tienes a tu lado, a pesar de todas las meteduras de pata o de los kilómetros.
Porque al final, la vida no es un doctorado. No es hablar 3 lenguas, ni conocer toda Europa. No es un proyecto que a duras penas funciona. No es el reconocimiento del resto de tu comunidad profesional... por más que todas esas cosas le saquen la sonrisa a uno.
Al final, la vida es una tortilla de patatas hecha por tu abuela, con los bisnietos en la cocina. Es un gatito rescatado del motor de un coche. Es el hermano paciente y la madre preocupada. Los amigos y la chica que siempre tiene una palabra que decirte. Es la música (y los músicos) que echas de menos.
¿Sabes?
...
Al final, la vida no es lo que te da acidez de estómago.