Señor gobernador... lávese usted las manos, todo fue correcto; éxito asegurado.

Ante el reciente asesinato del líder de Al-Qaeda (o como leches se escriba), me hallo perplejo ante el aplauso generalizado de la población; que asiste, comiendo palomitas y vitoreando un asesinato llevado a cabo por un gobierno demócrata.

Ahí lo llevas.

Sí, ese tío era un criminal, un peligro público y un asesino confeso; ¿es eso suficiente para tomar la salomónica decisión de asesinarlo?, ¿con qué pulso se firma eso?, ¿cómo se duerme sabiendo que has matado a un hombre, por muy cabrón que fuera?... Si a los nazis se les juzgó y se les condenó a cárcel... ¿por qué no se le ha hecho lo mismo al asesino de turno?, ¿porque no era alemán?. Vaya por delante que me alegro de cada desgraciado fascista que se va de este mundo, pero... ¿matar?, eso nos pone al mismo nivel que ellos!!!

En mi humilde opinión, debería de haber sido llevado a la justicia (aunque, evidentemente, el veredicto ya fuera de culpable) para ser tratado como ser humano, y ser encarcelado por asesinato hasta que las ranas críen pelo. Eso habría demostrado la superioridad ética y moral de los EEUU, además de haber terminado con lo que a partir de ahora se convertirá en un mártir de la causa islámica... 40 años en la cárcel acaban con cualquier leyenda. ¿A quien no le gustaría haber visto a Franco encarcelado 30 años y morir de viejo en la cárcel?

Esta decisión, y su aplauso generalizado me llena de estupor y me hace recapacitar en lo poquito que se valora la vida humana, cuando hasta el más culto erudito y hasta el más honrado trabajador clama pidiendo sangre... sencillamente dantesco. Creo que estamos ya tan acostumbrados a la muerte y al genocidio que el que un estado (que supuestamente respeta los derechos humanos y es democrático) asesine a un hombre por decreto y ante las cámaras, ya sólo es otra película para digerir el almuerzo.

Un estado, con la ley en la mano, mata. Un pueblo, sediento de sangre, aplaude. ¿Qué es lo siguiente?

TÚ